5.11.06

Para que me recuerden.


Llegará el día en que mi cuerpo yazca sobre una sábana blanca bien ajustada al colchón de un hospital, donde todos estarán ocupados con la vida y con la muerte.
En algún momento dado, un médico determinará que mi cerebro ha dejado de funcionar y que, para todos los fines, mi vida ha cesado.
Cuando eso ocurra, no tratéis de infundirme vida artificial por medio de una máquina.
Y no llaméis a ése mi lecho de muerte. Convirtámoslo en el lecho de vida, que mi cuerpo sea retirado de él para ayudar a que otros tengan una vida más plena.
Dad mi vista al hombre que nunca vio un amanecer, la cara de un bebé ni el amor en los ojos de una mujer.
Dad mi corazón a una persona que no haya recibido del suyo otra cosa que incontables días de dolor.

Dad mi sangre al adolescente al que arrancaron de las ruinas de su auto, para que llegue a ver jugar a sus nietos.
Dad mis riñones a alguien que dependa de una máquina para subsistir de semana en semana.

Tomad mis huesos, cada uno de mis músculos, cada fibra y cada nervio de mi cuerpo, y buscad la manera de que sirvan para que un niño lisiado camine.
Explorad cada rincón de mi cerebro. Tomad mis células, si es necesario, y hacedlas crecer, para que algún día un niño sin habla pueda gritar un gol y un niña sorda perciba el rumor de la lluvia contra su ventana.
Quemad lo que reste de mí y esparcid las cenizas a los vientos, para que las flores crezcan mejor.
Si es preciso sepultar algo, que sean mis errores, mis debilidades y todos los prejuicios contra mi prójimo.
Dad mis pecados al diablo. Dad mi alma a Dios.
Si por ventura queréis recordarme, hacedlo con una buena acción o con una palabra amable a quien las necesite. Si hacéis todo lo que he pedido, viviré por siempre.

3 Comments:

Anonymous Anónimo opinó...

Uf, tema delicado. Alguien dijo: “Vive deprisa, muere joven y haz un bonito cadáver.” Yo prefiero vivir lo que la vida me permita, sentir lo más intensamente cada momento que yo me permita, hacer feliz a los demás para poder ser feliz yo misma, y jamás pensar en el momento final. Vivir cada día como si fuera el último, porque nunca sabré cuándo llegará mi final, y si algún día me dieran esa oportunidad no querría saberlo. Quiero vivir la vida tal como se me presente y tal como se me apetezca, sin que nada ni nadie me condicione, sólo yo misma y a quien yo permita. Eso sí, cuando llegue ese momento me encantaría esfumarme, que el mundo siguiera existiendo como si yo nunca hubiera existido, no pretendo que me recuerden, porque recordar duele, y no quiero ser la causa de dolor de nadie. Ojalá y en ese momento los que fueran a sufrir con mi recuerdo pudieran beber del río Leteo, aquel que según Platón era el del olvido, y simplemente eso, caer en el olvido, no quiero seguir viva después de muerta.

12:05 a. m.  
Anonymous Anónimo opinó...

Estoy intentando asimilar todo lo que he leído tuyo...pero estoy realmente sorprendida y por una vez, sin palabras...precioso todo

Besos reflexivos!!

8:58 p. m.  
Anonymous Anónimo opinó...

Fuerte!!

5:43 p. m.  

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