7.11.06

Símil.

Vale, pongámonos en el caso: somos tiburones. Los tiburones nacen, crecen... en fin, igual que los humanos. Desde que nace, un tiburón debe moverse continuamente, o de lo contrario muere irremediablemente. Y con sus primeros aleteos van uniéndosele remoritas que le acompañan en su constante travesía. Estas remoritas van creciendo a la vez que el tiburón hasta convertirse en remoras, remoras. Y algunas se marchan al cobijo de otros tiburones, otras se aburren y abandonan, y otras mueren, o simplemente desaparecen. Pero siempre hay un número similar de remoras, porque las que dejan de acompañar al tiburón son sustituidas por otras que se acoplan sin problema, dispuestas a recorrer con él los océanos del tiempo. Y al cabo de un tiempo, el tiburón sigue navegando; y echa la vista atrás y ve bajo sus aletas a un grupo de remoras que nadan junto a él incansablemente. Y entre ellas reconoce a algunas pocas que empezaron el viaje en los remotos principios, allá cuando nació; a otras que se unieron más tarde, pero que no dejaron de escudarle fielmente desde entonces; y a algunas, más recientes en el tiempo, pero igual de voluntariosas y leales. Y el tiburón sonríe; sonríe porque sabe que su fin está próximo, y que cuando éste suceda no estará solo.

3 Comments:

Anonymous Anónimo opinó...

Bonito símil.
Si las remoras merecen la pena y son verdaderas, navegaran océanos juntos.
Niura.

9:03 p. m.  
Anonymous Anónimo opinó...

Me gusta ver siempre las mismas remoras a mi alrededor y sufro con aquellas otras que voy dejando en el camino...algunas bien lo merecían, pero otras se fueron sin más, dejando espacios insustituibles que aún hoy, continúan vacíos.
Besos leales!!!

5:02 p. m.  
Anonymous Anónimo opinó...

Precioso símil el de las rémoras. Sí, así es, comienzas tu camino y se unen a él multitud de “rémoras”, las hay que permanecen, las hay que desaparecen, las hay intermitentes, de todo te encuentras. Pero yo a mis rémoras les pongo color, sí. Tendría tres colores importantes. El amarillo, mi familia y mis amigos, la calidez, los incondicionales, los leales, el amor fraternal, la sinceridad, el apoyo, la confianza, la bomba de mi vida; y los uno porque para mí mis amigos son mi familia, claro, los permanentes, los que siempre están ahí, los que ante un quejido acuden a ti, igual que mi familia, o no permanentes, pero llegas a ese punto de conexión. El rojo para mi círculo rojo, el amor, ése que se hace tanto de rogar, ése que puede tomar muchas formas, muchos sonidos, muchos aromas, muchos tactos, muchos gustos, hasta que por fin, encuentras el rojo pasión, el rojo que andabas buscando, el rojo exacto, el rojo que te complementa y te llena hasta el infinito, al menos por ese momento, jejeje. Y el naranja, ésa soy yo, a la que miman las “rémoras” y a la que hacen sentir feliz y plena con su presencia, con su compañía, con su calidez, con sus caricias, con sus sonidos, con sus fragancias, con su estar siempre ahí, la que siempre está agradecida a cada una de las “rémoras” que participan de su vida. Me convierto en rojo cuando estoy ante mi familia y amigos, y al mezclarme, sólo al mezclarme consigo mi color, el que me hace sentir. Me convierto en amarillo cuando estoy ante mi amor, y al fusionarme, sólo al fusionarme, sólo al llegar a la complicidad, la compenetración, la fusión, consigo mi color, el que me hace vibrar a cada segundo. Y les pondría aroma y sabor a mis “rémoras”, pero eso ya te lo cuento otro día y en otro momento, rémora.

6:03 p. m.  

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