Trabajar de madrugada

Ésta es una historia acerca de un hombre y un pez; una historia acerca de la dramática relación entre un hombre y un pez. El hombre se debate entre la vida y la muerte. El hombre piensa. El caballo piensa. La oveja piensa. La vaca piensa. El perro piensa. El pez no piensa. El pez está mudo. Inexpresivo. El pez no piensa, porque el pez lo sabe todo.
(Extracto de un monólogo de "El club de la comedia")
Hasta ahora, pensaba que la peor frase que te puede decir una tía es: "Tenemos que hablar...". Pero no, la peor frase que te pueden decir es: "Yo también te quiero... pero sólo como amigo". Al menos, siendo amigo puedes meter cizaña para eliminar competencia. Es la técnica del "gusano miserable". Cuando ella te dice:
- Ay, qué majo es Paco, ¿verdad?
- ¿Paco? Es muy majo, sí... un poco bizco.
- No es bizco, lo que pasa es que tiene una mirada muy tierna.
- Sí, en eso tienes razón, me fijé el otro día, cuando miraba a Marta.
- No la miraba a ella, me miraba a mí.
- ¿Ves como es bizco?
Escribí "Lecciones de poesía para niños inquietos" para explicar a mis hijas que la poesía habla de los sentimientos, la nostalgia y el tiempo. Con 10 años se puede tener una dimensión melancólica como con 50. Les quise demostrar que la poesía tiene que ver con la desgarradura que sienten cuando cambian de curso y dejan de ver a esa profesora con la que se llevaban tan bien y con la tristeza que sienten cuando crecen y ya no les cabe su camisa favorita. Crecer significa ir perdiendo, tomar responsabilidades y ver un día que la abuela se va haciendo mayor y se va a morir. Y al morirse la abuela descubres que después se morirá tu madre y más tarde tú.
Luis García Montero
Mientras camino se me cruza su perfume. Trato de aguantar la respiración, pero basta sólo esa pequeña fracción de segundo para que en mi cabeza se enciendan cientos de fuegos artificiales. Furtivo, leve, inconfundible, suave aroma de recuerdos y encantos; despierta en mí sentimientos aletargados.
Debo respirar, e inhalo nuevamente. Aún está el aroma de su perfume en el aire, gatillando en ese preciso momento, en ese segundo, tantas cosas en mi mente, imposibles de borrar e imposibles de ignorar, que me doy cuenta de que, aunque creo que marcho solo, aún la siento conmigo al caminar. Y quién sabe... Tal vez ella también me siente mientras camina...
Todo guerrero de la luz ya tuvo alguna vez miedo de entrar en combate.
Todo guerrero de la luz ya traicionó y mintió en el pasado.
Todo guerrero de la luz ya recorrió un camino que no le pertenecía.
Todo guerrero de la luz ya sufrió por cosas sin importancia.
Todo guerrero de la luz ya creyó que no era un guerrero de la luz.
Todo guerrero de la luz ya falló en sus obligaciones espirituales.
Todo guerrero de la luz ya dijo sí cuando quería decir no.
Todo guerrero de la luz ya hirió a alguien a quien amaba.
Por eso es un guerrero de la luz; porque pasó por todo eso y no perdió la esperanza de ser mejor de lo que era.
Fuimos la generación de la "espera"; nos pasamos nuestra infancia y juventud esperando. Teníamos que hacer "dos horas de digestión" para no morirnos en el agua, dos horas de siesta para poder descansar, nos dejaban en ayunas toda la mañana del domingo hasta la hora de la comunión, los dolores se curaban esperando.
Mirando atrás, es difícil creer que estemos vivos. Nosotros viajábamos en coches sin cinturones de seguridad y sin airbag, hacíamos viajes de 10-12 h. con cinco personas en un 600 y no sufríamos el síndrome de la clase turista.
No tuvimos puertas, armarios o frascos de medicinas con tapa a prueba de niños. Andábamos en bicicleta sin casco, hacíamos auto-stop, más tarde en moto, sin papeles.
Los columpios eran de metal y con esquinas en pico. Jugábamos a ver quién era el más bestia. Pasábamos horas construyendo carros para bajar por las cuestas y sólo entonces descubríamos que habíamos olvidado los frenos. Jugábamos a "churro va" y nadie sufrió hernias ni dislocaciones vertebrales.
Salíamos de casa por la mañana, jugábamos todo el día, y sólo volvíamos cuando se encendían las luces de la calle. Nadie podía localizarnos. No había móviles. Nos rompíamos los huesos y los dientes y no había ninguna ley para demandar a los culpables. Nos abríamos la cabeza jugando a guerra de piedras y no pasaba nada, eran cosas de niños y se curaban con mercromina y unos puntos. Nadie a quién culpar, sólo a nosotros mismos.
Tuvimos peleas y nos "esmorramos" unos a otros y aprendimos a superarlo. Comíamos dulces y bebíamos refrescos, pero no éramos obesos. Si acaso, alguno era gordo y punto. Compartimos botellas de refrescos o lo que se pudiera beber y nadie se contagió de nada. Nos contagiábamos los piojos en el cole y nuestras madres lo arreglaban lavándonos la cabeza con vinagre caliente.
Quedábamos con los amigos y salíamos. O ni siquiera quedábamos, salíamos a la calle y allí nos encontrábamos y jugábamos a las chapas, al"coger", al "matar", a "poliladron"..., en fin, tecnología punta. Íbamos en bici o andando hasta casa de los amigos y llamábamos a la puerta. ¡Imagínaos!, sin pedir permiso a los padres, y nosotros solos, allá fuera, en el mundo cruel ¡Sin ningún responsable! ¿Cómo lo conseguimos?
Hicimos juegos con palos, perdimos mil balones de fútbol. Bebíamos agua directamente del grifo, sin embotellar, y algunos incluso chupaban el grifo. Íbamos a cazar lagartijas y pájaros con la "escopeta de perdigones", antes de ser mayores de edad y sin adultos, ¡¡DIOS MÍO!!
En los juegos de la escuela no todos participaban en los equipos. y los que no lo hacían tuvieron que aprender a lidiar con la decepción. Algunos estudiantes no eran tan inteligentes como otros y repetían curso... ¡Qué horror, no inventaban exámenes extra!
Veraneábamos durante 3 meses seguidos, y pasábamos horas en la playa sin crema de protección solar ISDIN 15, sin clases de vela, de paddle o de golf, pero sabíamos construir fantásticos castillos de arena con foso y pescar con arpón.
Ligábamos con las chicas persiguiéndolas para tocarles el culo, no en un chat diciendo ": )" ": D" ": P". Tuvimos libertad, fracaso, éxito y responsabilidad, y aprendimos a crecer con todo ello.
No te extrañe que ahora los niños salgan gilipollas. Si tú eres de los de antes... ¡Enhorabuena! Da a conocer este manifiesto a otros que tuvieron la suerte de crecer como niños.